viernes, 14 de noviembre de 2014

¡Haz el bien y no mires a quién!

Hace ya algunos meses atrás circulaba con mi coche por la población en la que vivo, cuando vi como un chaval de unos nueve años de edad caía con su bicicleta. Le acompañaba otro amigo de la misma edad, pero aun así, no dudé en ningún momento en parar el coche y comprobar su estado.

Observé las heridas que no eran de gravedad, la movilidad de piernas y manos eran normales, pero aun así decidí llamar a su madre por teléfono para ofrecerme a llevarlo a casa o esperarla a ella a que viniera a buscarlo.

La madre decidió que se marchara por sus medios a casa junto con sus hermanos y se esperase allí. Me dio las gracias y me marché.

Tengo que admitir que me sentí bien de poder ayudar sobre todo porque me puse (como madre que soy) en la piel de esa mujer y en la piel de ese niño, mi hijo mayor debe tener la misma edad, y como madre me gustaría que en caso de problemas recibiera ayuda del prójimo.


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